domingo, 13 de marzo de 2016

Vía Crucis: 14ª estación


Jesús es puesto en el sepulcro
Decimocuarta cruz: Quedarse sin la esperanza humana

Mis amigos pensaron que me habían demostrado el mayor honor colocando mi cuerpo en el sepulcro. Se ocuparon del cuerpo. 

Esto fue todo lo que pudieron hacer. 
Olvidaron que esto sería solamente por tres días. 
A mí la muerte no me supera. 
Recuerda que el pensar en la muerte te inquieta. Cuando te cubren con tierra ya no estás más. 
¿Qué más puedes hacer entonces, cuando tras de ti no queda ningún rastro? 
Cuando sabes que nadie vendrá a tu tumba, cuando mueres siendo desconocido y pobre, cuando detrás de tí ya no queda nada, entonces me debes encontrar. 

Esto es la cruz. 

Perder también el último deseo de significar algo y de dejar algo. 
Esto es justamente aquello que perturba: el no ser luz. Aquí me puedes encontrar. 

¿Pero, cómo, si temes yacer en la tumba del egoísmo y ser sepultado? 

¿Cómo nos encontraríamos si vienes a mí sin haber derribado los puentes detrás de ti? 
Sin embargo es justamente ésta la condición para que yo pueda transformar tu vida. 

Ésta es la decimocuarta cruz sobre la que se sostiene la resurrección. 

¡Cuánto me alegra la tumba de tu soberbia! 
Tú todavía no quieres ir a la tumba, todavía te opones a la muerte, por eso estás muerto. Si quisieras yacer en la tumba de tu soberbia y morir a ti mismo, entonces resucitarías a la vida nueva. 
Solamente el hombre muerto puede resucitar de entre los muertos. 
¡La muerte aún no te quitó tu última resistencia! 
¡No temas! 
Me refiero al puente entre tú y yo. La muerte del pecado es la alegría y tu abrazo conmigo. Esta es la más majestuosa explosión de amor. 
Yo recorrí este camino y te estoy esperando. 
¿Acaso no comprendes que no me fui de la tierra? 
Antes era invitado en la tierra, recién ahora soy dueño. También tú serás esto. 
Entrega a la muerte lo que de todas maneras le pertenece. 
No mires más la tumba como si fuera la desesperanza y el fin sino como el nacimiento y el comienzo. 
¡Qué muera tu soberbia! 
Ya se vislumbra el amanecer de la resurrección. 

(*) (P. Tomislav Ivancic)