lunes, 28 de septiembre de 2009

Medjugorje (II)


Después de la Paz, del Amor, la Ternura y los Sacramentos, tengo por aquí anotadas otras dos palabras significativas... la Libertad y la Alegría...

Van asociadas a la parte final de la estancia en Medjugorje, a la subida, con todo el grupo de peregrinos, al Kricevac... que supuso toda una avalancha de percepciones mezcladas con la omnipresente Paz que habita en estos lugares.


La subida al monte de la Cruz es, ya desde su base, un auténtico reto físico y mental... la simple visión de las primeras rampas con esa cantidad de piedras afiladas, te pide una clara decisión... ahí, el grupo, la comunión entre los que te acompañan cumple su misión y te ves enseguida sumergido en pleno esfuerzo... aceptando el camino...

Es increíble, como, al ver las piedras, no sabes donde vas a colocar el pié y sin embargo a cada paso vas encontrando como un pequeño hueco por donde avanzar... la sensación es que cada piedra está colocada ahí a propósito... y cada uno tiene sus propias piedras donde tropezar y sus pequeños lugares donde reposar... se nos pide un esfuerzo pero no un imposible... el rezo del Vía Crucis y las meditaciones del sacerdote van llenando de sentido toda la subida...

En la cima, ante la Cruz blanca se produce la liberación, la entrega de las cargas, las penas, las pequeñas piedras que llevaba en las manos y bolsillos se quedaron allí... al pie de la Cruz... que mejor lugar...

Y poco a poco te invade la Alegría, y si no es suficiente motivo, el hecho de coronar esta cima y acercarte a la gran Cruz que llevas observando durante varios días, te la contagian los cantos y sonrisas de los demás peregrinos... son sólo unos minutillos, porque de nuevo la perspectiva de la bajada te invita a reiniciar el camino...

Al llegar abajo... en contraste con las ansias de estar, de ver, de conocer las respuestas a todas las preguntas, de entender los "por-qué" y "para-qué"... la serena respuesta de Dios, es que nos AMA... y nos hace libres... y nos regala la creación entera... todo el mundo por delante... para todos y cada uno de nosotros...

En un primer instante, terminada la veloz bajada... nada más pisar el camino ya asfaltado y llano que me conducía a la pensión, me di cuenta de que estaba como nuevo... que me había quedado solo y que no tenía ganas de nada que no fuera vivir y sonreir... no tenía ganas ni de rezar... ni de dar gracias...

pero enseguida se me puso la carne de gallina... y comprendí el inmenso Amor de Dios que nos entrega todo a cambio de nada...

y en ese instante comienza en mi una gran revolución... ante ese Amor sin condiciones... nace de lo más hondo de mi, el impulso que todavía llevo dentro... una nueva perspectiva de mi "relación" con el Señor... la necesidad de corresponder... de entregarme...