domingo, 26 de mayo de 2013

Prepara tu alma...



Hijo, si te decides a servir al Señor, 
prepara tu alma para la prueba.
Endereza tu corazón, sé firme, y no te inquietes en el momento de la desgracia.
Únete al Señor y no te separes, para que al final de tus días seas enaltecido.

Acepta de buen grado todo lo que te suceda, y sé paciente en las vicisitudes de tu humillación.

Porque el oro se purifica en el fuego, y los que agradan a Dios, en el crisol de la humillación.

Confía en él, y él vendrá en tu ayuda, endereza tus caminos y espera en él.


Los que temen al Señor, esperen su misericordia, y no se desvíen, para no caer.

Los que temen al Señor, tengan confianza en él, y no les faltará su recompensa.
Los que temen al Señor, esperen sus beneficios, el gozo duradero y la misericordia.

Fíjense en las generaciones pasadas y vean: 

¿Quién confió en el Señor y quedó confundido? 
¿Quién perseveró en su temor y fue abandonado?
¿Quién lo invocó y no fue tenido en cuenta?

Porque el Señor es misericordioso y compasivo, perdona los pecados y salva en el momento de la aflicción.


¡Ay de los corazones cobardes y de las manos que desfallecen, y del pecador que va por dos caminos!

¡Ay del corazón que desfallece, porque no tiene confianza! A causa de eso no será protegido.
¡Ay de ustedes, los que perdieron la constancia! 
¿Qué van a hacer cuando el Señor los visite?

Los que temen al Señor no desobedecen sus palabras y los que lo aman siguen fielmente sus caminos.

Los que temen al Señor tratan de complacerlo y los que lo aman se sacian de su Ley.

Los que temen al Señor tienen el corazón bien dispuesto y se humillan delante de él:

«Abandonémonos en las manos del Señor y no en las manos de los hombres, porque así como es su grandeza es también su misericordia».

(Eclesiástico, Capítulo 2)