martes, 29 de diciembre de 2009

Libres de aceptar o rechazar (II)


"Por intercesión de María, el Dios cristiano privilegia ese rincón del mundo [Lourdes] interviniendo en las almas y, también, en los cuerpos, en la materia, de forma humanamente inexplicable.

Tienen lugar "milagros", signos del poder divino; y suficientemente numerosos y evidentes para confirmar a los creyentes en su fe, para revigorizar a los inseguros y azuzar a los tibios y para inducir a aceptar el encuentro con el evangelio de quién está alejado.

Pero esta luz que emana de la gruta, aunque suficiente para iluminar, no es tanta como para cegar. La posibilidad indispensable de duda - la "verosimilitud de la solución contraria" (diciéndolo con Guitton) - queda salvaguardada también aquí.
Salvaguardando, de esta forma, la libertad del hombre para rechazar el encuentro; y, al mismo tiempo, garantizando la libertad de Dios para perdonar el rechazo.

Por tanto, los incrédulos que pretenderían de Lourdes ( como en general de todo lo ligado a la fe) el "milagro innegable" - la famosa "pierna crecida de golpe" - no sospechan siquiera que, si eso no ocurre de forma muy espectacular, como un número de un ilusionista, es por misericordia.
Como si Dios, de alguna forma, limitara su poder para limitar así, también, la responsabilidad de quien lo niega.

Sí, responsabilidad.

Porque la sospecha de Georges Bertrin [...], es fundada: "Alguien encontraría siempre algún pretexto"[...] "Menearían la cabeza y pedirían siempre otra performance distinta y, así, hasta el infinito".
Sin embargo, de esta manera, aumentaría su "culpa", serían realmente"reos", según las palabras de Pablo: "Hasta el punto de que no tienen excusa porque, conociendo a Dios, no lo glorificaron ni le dieron gracias; por el contrario, su mente se dedicó a razonamientos vanos" (Rm 1,20-21)".

Extraído del libro: "Hipótesis sobre María" de Vittorio Messori (Ed. Libros Libres - http://www.libroslibres.info/ )

viernes, 18 de diciembre de 2009

no nos abandones Señor...


"Tú estás en medio de nosotros, Señor;
tu nombre ha sido invocado sobre nosotros:
no nos abandones, Señor, Dios nuestro". (Jr 14,9)

perdónanos Señor... no nos abandones...

"Yo confieso ante Dios Todopoderoso,
y ante ustedes hermanos que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a Santa María siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos,
que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor".
Amén

martes, 15 de diciembre de 2009

Libres de aceptar o rechazar (I)


Así se titula el capítulo VI de este apasionante libro que estoy leyendo; "Hipótesis sobre María" de Vittorio Messori (Ed. Libros Libres - http://www.libroslibres.info/ )...

Hacía tiempo que no leía, tan bien explicada, una idea tan sencilla, que va tan al grano y que tiene tantísimas aplicaciones prácticas para este momento que me ha tocado vivir... me suele suceder esto de tener algo delante de los ojos... y no verlo... y de pronto llevarme unas sorpresas enormes con cosas absolutamente obvias... ( recuerdo ahora el día que leí el título de la primera encíclica de mi querido y respetado Joseph Ratzinger ya como Benedicto XVI... "DIOS ES AMOR"... casi me da un vuelco en el corazón... seguro que había leído unas cuantas veces esta frase... pero fue sólo en ese momento cuando me produjo un gran impacto...)

En este capítulo Messori comienza abordando la cuestión que plantean los excépticos de los milagros de Lourdes, que se preguntan porqué no hay un milagro definitivo... un "prodigio decisivo"... "un milagro tan indiscutible que convenza a todos"... y aquí viene la gran respuesta...

En esto es "distinto" de todos los demás el Dios en que cree el cristiano: en el hecho de que propone la fe a los hombres (que es, simultáneamente, experiencia y esperanza, uso de la razón y adhesión a la revelación, incluso en aquello que supera a esa razón); no impone la adhesión a una evidencia (en la que es necesario creer a la fuerza, exigiendo ser constatada, bajo pena de irracionalidad).

Mientras dura la vida terrena "vemos como en un espejo, de forma confusa"; sólo "entonces" -cuando se rasgue el velo más allá de la puerta de la muerte- "veremos cara a cara", diciéndolo con Pablo (1Co 13,12).

Pero sí: es el razonamiento (que nunca se repetirá lo sufiente, como advertencia a muchas apologías de otros tiempos que, con su pretensión de demostrar demasiado, parecían no sostener la fe, sino hacerla vana, quitándole su carácter propio),
el razonamiento, por tanto, del Dios que "ha elegido dar suficiente luz a quien quiere creer y suficiente sombra a quien no quiere creer".

Ese Dios que parece jugar al escondite con los hombres: "Si se descubriera totalmente, no tendría mérito alguno creer en Él; si no se descubriera en absoluto, no habría fe".

Y continúa diciendo, no puede ser "verdadero" un cristianismo que quiera transformar en hecho innegable, que se acepte a toda costa, la verdad revelada en Jesucristo que exige, sin embargo,
una fe que ha de conservar su carácter de adhesión segura y, al mismo tiempo, de "apuesta";
de certeza y, al mismo tiempo, de "riesgo";
de necesidad y, al mismo tiempo, de "libertad".

Es esta última palabra -libertad- la que puede hacernos intuir el plan de un Dios "que ha puesto en toda verdad una apariencia contraria, para que sea posible creer en Él y, al mismo tiempo, dudar de Él". Sólo un Dios que se propone con signos, indicios, huellas y trazos, y que no se impone, apareciendo fulgurante en Su gloria, puede instaurar con Sus criaturas una relación libre y no una dependencia necesaria.

[...] todo tiene una coherencia profunda: si el Dios cristiano es "Amor", diciéndolo con el apóstol Juan,
¿es posible acaso corresponderLe si no es en la libertad, en la gratuidad, en la voluntariedad, en el claro-oscuro de la fe?
Más aún: "Sois mis amigos [...], ya no os llamo siervos [...], sino amigos" (Jn 15, 14 s.)
¿Acaso puede existir un amor, una amistad, donde uno se impone al otro?
[...]

Libertad cristiana, por tanto, ante un Dios que propone a los hombres el Hijo como "amigo". Pero libertad, también, en el sentido que distingue Jean Guitton: "Para los cristianos, Dios es necesariamente discreto. Ha puesto una apariencia de probabilidad en las dudas que atacan Su existencia. Se ha envuelto en sombras para hacer la fe más apasionada y, sin duda, para tener derecho a perdonar nuestro rechazo. Es necesario que la solución contraria a la fe conserve siempre una verosimilitud creíble, para dejar libertad total de acción a Su misericordia".